El auténtico amor eterno
A veces la vida nos ofrece oportunidades que no dejamos pasar. Oportunidades y personas. Cuando el destino interviene entre dos personas que se atraen y se gustan, y éstas tienen tanto en común, finalmente se enamoran. Comienza así una aventura apasionante, un gran amor. Ese amor, que durante tanto tiempo es intenso, sincero y verdadero, se convierte en algo necesario para ambos, algo imprescindible en sus vidas, no se conciben el uno sin el otro, ni el otro sin el uno, no saben vivir ni estar sin su presencia. Empieza un tiempo en que los sueños despiertos comienzan a hacerse realidad. Se hacen planes de futuro, deseos por cumplir, quieren hacerlo todo juntos, y se prometen amor eterno.
Son caminos de color de rosa, pero también, a veces la vida no es justa, y nos arrebata a quienes más amamos. Esa persona especial se nos va. En algunos casos se marcha por sí sola, sin una despedida, sin justificación, sin un adiós, sin más. En otros, nos deja de manera injusta. Es entonces cuando nuestro mundo se desmorona, no hay oxígeno suficiente para nuestros pulmones, una desgarradora angustia se apodera de nosotros sin compasión y ponemos en juicio el sentido de nuestra existencia. Surgen infinidad de preguntas con la frustración de no obtener respuesta. Permanecemos en un estado contínuo de ansiedad, profunda tristeza, decaimiento anímico, pérdida de apetito, insomnio, pérdida de interés por todo e imposibilidad de experimentar placer o capacidad de disfrutar de cualquier experiencia, por muy buena que esta sea. Finalmente terminamos con síntomas claros y evidentes de un cuadro de ansiedad o trastorno depresivo.
¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!
En ese estado no queremos ver la realidad, no queremos aceptarla, nos cuesta creer que todo acabó, y nos aferramos al tiempo, que todo lo cura, pero no es verdad, porque como escribió Federico García Lorca, en su obra Bodas de Sangre, «creemos que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!»
No queremos borrar su recuerdo, a diario tenemos a esa persona en cada detalle; en el primer café del día, en la letra de una canción, ¿qué digo? todas las canciones nos llevan a mil momentos vividos y compartidos. Y también miramos y remiramos sus fotografías, para poder sentir un poco más su cercanía, porque nos hace falta, porque ese hueco es irreemplazable, y porque, cuando esa persona lo es todo para nosotros, la buscamos en cada esquina al salir a la calle, en cada pasillo del supermercado al hacer la compra, o en cada sorbo de vino rojo en la noche más solitaria.
Y entonces nos agarramos a un hilo de esperanza, esperanza de que vuelva, como regresan los nómadas emigrantes del cielo cada año, buscando su mejor hábitat.
Cuando se quiere tanto, cuando se sienten tantas y buenas sensaciones, desde el momento que sabes que esa es la persona, que estás en el lugar perfecto, en el momento adecuado y que te hace tan feliz… desde ese momento, y pase lo que pase, ese amor tan intenso ya siempre será un amor eterno, aunque no esté presente, pero lo tenemos vivo en nuestro pensamiento, día tras día, en nuestro continuo recuerdo, y como dijo alguien en alguna ocasión; «Existimos, mientras alguien nos recuerde».