Casas de Andalucía, ya es primavera

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Ya es primavera en la Subbética

«Cuando venga la primavera y yo no esté contigo, y estén secos la tierra y tu paladar, siembra un árbol en el patio. Un árbol que sea poderoso y corpulento – un roble o una ceiba – para que pueda sostener la estación de los pájaros, en las casas de Andalucía».

¿Alguna vez has visto como se forman las nubes? Si eres de Lucena posiblemente nunca antes hayas visto el entorno de tu población desde este ángulo de visión algo distinto y peculiar. He grabado y editado un vídeo en el que, al igual que la vida, el paso del tiempo transcurre de forma acelerada casi sin darnos cuenta.

En este tiempo de confinamiento, la reflexión debe darnos buen uso de la razón, para ser conscientes de las cosas bellas que tiene la vida si la vivimos con calma, intensamente pero con calma, aunque sin pausa.

Un amanecer en la Subbética cordobesa, casas de Andalucía, fachadas de color, naranjos a punto de florar, iglesias, campanarios, casas de cal blanca… También nubes con diversidad de formas y atardeceres que solo el cielo puede lucir.

Si no eres de Lucena, te gustará ver como se muestra uno de los pueblos del corazón de Andalucía en su llegada primaveral.


Cuando venga la primavera

«Cuando venga la primavera y yo no esté contigo, y estén secos la tierra y tu paladar, siembra un árbol en el patio. Un árbol que sea poderoso y corpulento – un roble o una ceiba – para que pueda sostener la estación de los pájaros. Riégalo diariamente con el agua en que lavaste tus manos, para que el viento aprenda a tejer la caricia. Y déjalo crecer, sin que haya boca humana que se atreva a morder sus raíces amargas. Sé egoísta, porque la vida es demasiado corta para compartirla. Y haz que tu árbol sea solo tuyo, con todo el vigor de su poderío vegetal, para que nadie venga a disputarte su frescura. No prestes el hacha a tu vecino ni tomes de la miel de sus paneles, porque la gratitud es enemiga de los árboles. Pero si aún insisto en ser ausente, toma un cuchillo, graba nuestro nombre en la corteza, y llama a tu vecino para que tumbe el roble.

Si aún no he regresado

Cuando llegue el otoño, si aún no he regresado, clava una herradura en la puerta. Cuando vengan nuestros amigos comunes y te hablen del sabor amargo de la arcilla y elogien los animales que han crecido en tu huerto, hay en tu mesa par de buena levadura y agua recién llovida en tus alcarrazas. Pero cuando se marchen, ya después de la cena, cierra las puertas para que no vuelvan, porque un día acabarán con el pan, con el agua, y sin embargo seguirán siendo amigos nuestros. Los martes no mires la herradura, pero si sigo ausente, mírala todo el tiempo hasta cuando la ira entierre sus raíces de acero en tu corazón.

Cuando llegue el verano

Cuando llegue el verano, espérame, pero guarda toda la sal de los mares en tu casa. Si alguien llega a tus puertas y las derrumba a golpes, dale a beber tres aguas de salitre, y deja pan salado para que la voz se le vuelva de piedra en la garganta. Riega sal en tu lecho para martirizarte en mi demora, y para que tenga sabor de espanto la sustancia de tus pesadillas. Lava tu piel con terrones de sal y sentirás cómo muerde la soledad cuando han pasado todas las estaciones. Si al terminar el otoño aún sigo distante de tu ámbito amoroso, cubre con seda oscura tus espejos y riega sal en el umbral de tu puerta.
Y si cuando lleguen las lluvias no he regresado aún a tu corazón, entonces vete al patio, y cava un pozo donde quepan tus huesos.»

Gabriel García Marquez, julio de 1948


Fragmento extraído del libro Textos costeños: Obra periodística I 1948-1952 escrito por Gabriel García Márquez, Premio Nobel de la Literatura.

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