Seguro que en algún momento de tu vida te has quedado sin palabras al recibir una noticia o una sorpresa, como por ejemplo en tu pedida de mano.
Pedida de mano frente al altar
Ocurrió en el mes de mayo del pasado año, tras el Besamanos de María Santísima de Araceli. Antonio y Aurora se acercaron hacia el altar para hacerse una fotografía. Desde la intimidad de la iglesia a puerta cerrada, acompañados de la cofradía, de la Aracelitana Mayor y su corte de honor y algunos amigos, Antonio dedicó unas palabras previas a Aurora. Luego se arrodilló para pedir su mano bajo la mirada de Nuestra Madre.
«Cuando te veo a los ojos, cuando te siento entre mis brazos, me siento, sin dudarlo, el hombre más dichoso del mundo»
Es uno de los momentos en los que no sabes si reír, llorar de felicidad o enmudecer solo unos segundos antes de dar el sí quiero.
Fue un momento tan sorprendente… y estar frente a Nuestra Madre en ese día fue inolvidable– Me contaba Aurora añorando aquella tarde.
Antonio, profesional de la fotografía, no quiso perder la ocasión de poder inmortalizar aquel momento tan especial. A modo gráfico, la fotografía oficial de la pedida de mano sirvió para ilustrarla en acuarela digital. Un bonito recuerdo para un día tan especial.
Pedir la mano
¿Quieres saber de dónde viene esta tradición trascendental?
Un poco de historia para conocer el verdadero concepto de “pedir la mano”, un tanto interesante.
La pedida de mano, tal y como se conoce en nuestros días, se ha venido realizando durante siglos. Su origen trasciende de una antigua tradición que proviene del Derecho Romano. En la Antigua Roma las mujeres poseían una serie de derechos bastante amplios en algunos aspectos para aquella época. Pero la autoridad sobre ellas concernía al padre o tutor, bajo una norma conocida como “manus” (del latín traducido como mano). Y que otorgaba el poder judicial que un hombre tenía sobre una mujer (ya fuese su hija o esposa).
La tradición de pedir la mano (es decir, el “manus”) era necesario para que al pretendiente se le transfiriera esa “autoridad” sobre la mujer con la que se quería esposar.
Este acuerdo era sellado mediante una celebración que se realizaba antes de la ceremonia del matrimonio que recibía el nombre de “esponsales”. Este vocablo, que proviene del latín “sponsus”, era empleado para referirse a aquella persona que asumía un compromiso, y de ella derivó con el tiempo la palabra “esposa”.
¿Quieres casarte conmigo?
Hasta hace apenas unos pocos años era muy común que si un hombre deseaba contraer matrimonio con una mujer, imprescindiblemente debía presentarse ante el progenitor de la dama y pedirle formalmente y de forma oficial su mano.
Lamentablemente, a lo largo de la historia esto ha sido así en la mayoría de familias, pueblos, culturas y religiones. Esta costumbre cada vez se practica menos y se ha cambiado por la de pedir la mano a la novia directamente. Un acto que se caracteriza por que el novio “hinca la rodilla” en el suelo y mediante un anillo de compromiso, le pregunta a su amada el famoso ¿quieres casarte conmigo?.